El 5 de agosto de 1939, trece jóvenes mujeres fueron fusiladas por el régimen franquista luego de un juicio express. Bautizadas como «Las Trece Rosas», estas chicas se convirtieron en símbolo de resistencia al franquismo pero también en evidencia abierta de la dictadura sangrienta, que las asesinó sin ninguna razón, a modo de venganza por el asesinato reciente de un funcionario de la dictadura. Utilizando la muerte de 13 inocentes, la mayoría menores de edad, para mandar un mensaje de terror a toda España.
Las Trece Rosas – Víctimas de la dictadura franquista
En abril de 1939, habia culminado la Guerra Civil Española pero, desde el comienzo, el régimen franquista, decidió castigar con fuerza a toda disidencia y dio rienda suelta a la persecución, tortura y fusilamientos de miles de ciudadanos que no acompañaban la dictadura. Tal es el caso de Las Trece Rosas, con algunas de ellas inscritas en partidos de izquierda, ninguna tuvo participación relevante en política y hasta el día del juicio, no estaban acusadas formalmente de ningún delito.
Sus nombres hoy son sinónimo de dignidad y lucha por la libertad:
🌹 Virtudes González García🌹 18 años
🌹Luisa Rodríguez de la Fuente🌹 18 años
🌹Victoria Muñoz García🌹 18 años
🌹Adelina García Casillas🌹 19 años
🌹Julia Conesa Conesa🌹 19 años
🌹Dionisia Manzanero Salas🌹 20 años
🌹Elena Gil Olalla🌹 20 años
🌹Ana López Gallego🌹 21 años
🌹Martina Barroso García🌹 24 años
🌹Joaquina López Laffite🌹 23 años
🌹Carmen Barrero Aguado🌹 20 años
🌹Pilar Bueno Ibáñez🌹 27 años
🌹Blanca Brisac Vázquez🌹 29 años
En 1939, la mayoría de edad era efectiva a partir de los 21 años, por lo que 8 de las 13 rosas, eran menores de edad y aún así fueron fusiladas sin ningún juicio real ni derecho a la defensa.
Las Trece Rosas son la representación de los crímenes franquistas contra las mujeres
En la memoria histórica de España y el mundo, estas trece mujeres son un símbolo de lo que vivieron las mujeres españolas durante la dictadura de Francisco Franco, todas de clase baja, sin ninguna relevancia política y en cuya muerte se develan dos cosas:
- No castigaban la militancia clave o participación en planes de la resistencia armada contra la dictadura, sino la simpatía o cercanía a algún miembro de esta resistencia. Respirar cerca de un «rojo» ya era prácticamente una condena de muerte.
- Una venganza por el reciente asesinato (el 27 de julio de 1939, 8 días antes del fusilamiento) del comandante Isaac Gabaldón Izurzún, junto a su hija y su chofer. Gabaldón fue uno de los integrantes de la tristemente célebre Quinta Columna de Madrid.

Si bien Pilar Bueno Ibáñez, de 27 años, pertenecía a la estructura del PCE, que se organizaba de manera clandestina para la resistencia, ella de manera directa no tenía responsabilidad en acciones de resistencia armada y, al igual que las chicas militantes de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), su apoyo estaba lejos de representar amenaza alguna para el régimen franquista.
Su juicio, el 4 de agosto, duró solo un día. El régimen criminal estaba sediento de sangre por el asesinato del comandante Gabaldón y aunque fue realizado mientras estaban prisioneras, el 5 de agosto de 1939, las 13 rosas, junto a 43 prisioneros, denominados los 43 claveles, hombres condenados por defender la democracia en contra de la dictadura franquista.
Las Trece Rosas pidieron solicitaron un indulto y la dictadura ignoró el protocolo al fusilarlas
Todas las mujeres escribieron una carta directa al dictador Franco una vez fueron condenadas a muerte, solicitando el indulto ante la pena capital que les había sido impuesta injustamente. En su protocolo, el franquismo establecía que ante cualquier solicitud de indulto, debería esperarse la respuesta, que podía ser Enterado (E) que autorizaba la ejecución, o Conmutada (C), que eliminaba la pena de muerte por 30 años de cárcel. A esta esperanza se aferraron las trece rosas, pero la orden de asesinarlas ya estaba entregada. Por eso el juicio no fue real y mucho menos les dieron respuesta a sus cartas.
Se conservan algunas cartas de las jóvenes, enviadas a sus familiares durante su encierro y que reflejan el dolor y la impotencia ante la injusticia que ya reclamaba su vida para una dictadura que desde el momento en que se instauró, no dejó de reclamar sangre de inocentes.
Blanca Brisac Vázquez escribió a su hijo Enrique, de 11 años:
Querido, muy querido hijo de mi alma. En estos últimos momentos tu madre te piensa en ti. Sólo pienso en mi niñito de mi corazón que es un hombre, un hombrecito, y sabrá ser todo lo digno que fueron sus padres. Perdóname, hijo mío, si alguna vez he obrado mal contigo. Olvídalo, hijo, no me recuerdes así, y ya sabes que bien pesarosa estoy.
Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabe. Quique mío. Sólo te pido que seas muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor y tú tienes que ser un hombre bueno, trabajador. Sigue el ejemplo de papachín. ¿Verdad hijo que en mi última hora me lo prometes? Quédate con mi adorada Cuca y sé siempre para ella y mis hermanas un hijo. El día de mañana, vela por ellas cuando sean viejitas. Hazte el deber de velar por ellas cuando seas un hombre. No te digo más. Tú Padre y yo vamos a la muerte orgullosos. No sé si tu padre habrá confesado y comulgado, pues no le veré hasta mi presencia ante le piquete. Yo sí lo he hecho.
Enrique, que no se te borre nunca el recuerdo de tus padres. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la enseñaron a mí. Te seguiría escribiendo hasta el mismo momento, pero tengo que despedirme de todos. Hijo, mío, hasta la eternidad. Recibe después de una infinitud de besos el beso eterno de tu madre.
Dionisia Manzanero Salas, escribe a su familia:
Queridísimos padres y hermanos. Quiero en estos momentos tan angustiosos para mi poder mandaros las últimas letras para que durante toda la vida os acordéis de vuestra hija y hermana, a pesar de que pienso que no debería hacerlo, pero las circunstancias de la vid lo exigen.
Como habéis visto a través de mi juicio, el señor fiscal me conceptúa como un ser indigno de estar en la sociedad de la Revolución Nacional Sindicalista. Pero no os apuréis, conservar la serenidad y la firmeza hasta el último momento, que no os ahoguen las lágrimas, a mi no me tiembla la mano al escribir. Estoy serena y firme hasta el último momento. Pero tened en cuenta que no muero por criminal ni ladrona, sino por una idea.
A Bautista le he escrito, si le veis algún día darle ánimos y decirle que puede estar orgulloso de mí, como anteriormente me dijo.
A toda la familia igual, como no puedo despedirme de todos en varias cartas, lo hago a través de ésta. Que no se preocupen, que el apellido Manzanero brillará en la historia, pero no por crimen.
Nada más, no tener remordimiento y no perder la serenidad, que la vida es muy bonita y por todos los medios hay que conservarla.
Madre, ánimo y no decaiga. Vosotros ayudar a que viva madre, padre y los hermanos. Padre firmeza y tranquilidad.
Dar un apretón de manos a toda la familia, fuertes abrazos, como también a mis amigas, vecinos y conocidos.
Mis cosas ya os las entregarán, conservar algunas cosas de las que os dejo. Muchos besos y abrazos de vuestra hija y hermana, que muere inocente.
Julia Conesa, envía la carta más corta de todas, pero con un mensaje importante: Que mi nombre no se borre de la historia:
Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Cuidar a mi madre. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada.
Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Besos para todos, que ni tú ni mis compañeros lloréis.
Que mi nombre no se borre en la historia.

Las Trece Rosas sabían que estaban condenadas de antemano y Julia expresó el deseo que hoy se cumple en la memoria colectiva. Su nombre, el de todas, no debe borrarse nunca de la historia. Olvidar la historia es condenarse a repetirla.
Un monumento en el Cementerio de la Almudena, en Madrid, es un recordatorio perenne de los crímenes franquistas y trae la imagen de los inocentes muertos por las armas
+ There are no comments
Add yours