Algunas historias y personajes nos muestran de manera interesante distintos patrones de comportamiento entre el trabajador y el patrón, así como el comportamiento de las personas en sociedad. Esto ha permitido que estos personajes definan de manera directa lo que es conocido como síndromes de la clase trabajadora, siendo conocidos cuatro casos notables; El Síndrome del Tío Tom, el Síndrome de Doña Florinda, el Síndrome de Stephen Candie y el Síndrome de Kunta Kinte.
Síndromes de la Clase Trabajadora: Doña Florinda, El Tío Tom, Stephen Candie y Kunta Kinte
El Síndrome del Tío Tom
Para 1852, una novela se convirtió en un éxito apenas tocó los estantes de las librerías. 300.000 ejemplares vendidos llevó a que La Cabaña del Tío Tom, de Harriet Beecher Stone, se convirtiera en el boom del momento. La novela trataba sobre la esclavitud en un momento en que el racismo seguía teniendo mucha fuerza en EEUU (muchas décadas después, se seguía matando a personas negras en linchamientos). Sin embargo, el mensaje de la novela o de su personaje principal, era de conciliación y de búsqueda de la paz a todo costo.
Se trata del Tío Tom, el esclavo más manso y siempre dispuesto a servir corriendo a su amo Shelby, a quien el mismo Tom se refería como «el amo blanco bueno». El comportamiento de Tom puede resumirse como cumplir con lo que el amo Shelby quería antes que este lo pidiera, de ese modo nunca tendría que usar su látigo y seguiría siendo el amo bueno. Porque la esclavitud no era algo malo en la mente del Tío Tom, mientras su amo no lo golpeara, todo era sobrellevable con alegría.
Entre los esclavos corrió la voz de que serían vendidos a un amo tan cruel, que muchos esclavos se morían por sus malos tratos. Casi todos huyeron, aprovechando que el amo Shelby no los cuidaba con pèrros guardianes y hombres armados, pero Tom decidió quedarse, él creía que si siempre cumplía su trabajo su amo «no sería malo con él». Por supuesto que el nuevo amo, Simón Legree, todos los días le saluda las costillas al pobre Tom y como bestia de carga, el látigo es el idioma que más conoce en su nueva vida, pero siempre sonríe, seguramente el amo aún no nota que él se está esforzando al máximo, cuando lo note, dejará de golpearlo tanto y será un amo bueno…
La novela nunca fue un libro anti esclavitud, es, eso sí, un relato «anti látigo», pero siempre postulando que los esclavos «inteligentes», cumplían su cuota diaria como fuese y buscando exceder esta cuota y así evitaban el látigo, como al final lograba hacerlo Tom. Es el síndrome del trabajador que, mientras más maltratos recibe, más se esfuerza, alimentando esta espiral con la confianza de ganarse en algún momento una sonrisa y una palmadita del jefe en la espalda.
El Síndrome de Doña Florinda
Doña Florinda es uno de los personajes más pintorescos de la serie El Chavo del Ocho (1973). Vive en una vecindad donde todos tienen algo en común: son inquilinos, es decir, tienen que pagar mes tras mes al señor Barriga su renta. Por eso resulta tan odioso ver a una mujer que mira a sus vecinos desde arriba como lo hace la mamá de Kiko.
Doña Florinda vive en una ilusión de riqueza y vive de la pensión que dejó su esposo, sin holguras pero permitiéndose comprar pelotas y dulces a Kiko cuando quiere. Recibe al profesor Jirafales con mucha emoción y por un momento ambos comparten la ilusión de ser una pareja de clase alta. Junto a ella, el profesor Jirafales también mira hacia abajo a los demás, es la capacidad que tienen las Doñas Florindas o Don Florindo, sobre la gente débil.
La gente que sufre de este síndrome, también siente que pertenece a una clase muy alta, su aspiración es eterna, aunque tengán décadas en su comunidad realmente «no son de ahí», siempre llevan en su mente los rollitos que lleva Doña Florinda en su cabello, es decir, están en un sitio donde no vale la pena mostrar ni un buen peinado, por el contrario, día tras día se ponen sus rollitos porque «pronto subirán». Como juran que no son de ahí, siempre que voten, votarán contra las ayudas a la clase baja, contra los impuestos a las grandes empresas para ayudar a los necesitados, defenderán los intereses de la clase alta, a la que en sus sueños y fantasías pertenecen.
El Síndrome de Stephen Candie
«Django sin cadena» es una de las películas más violentas sobre la esclavitud. Escrita y dirigida por Quentin Tarantino, ganó dos Oscar de la academia y nos dejó un personaje que también sentó bases para definir con mayor claridad, la conducta de algunas personas en su trabajo, quizás incluso en la vida. Se trata del mayordomo Stephen Candie, interpretado de manera magistral por Samuel L. Jackson.
Stephen era el mayordomo negro de Míster Calvin J. Candie y llega a adorar tanto a sus amos, que se siente un Candie y en algún momento lo expresa. Al mismo tiempo, odia a los de su color y vigila cuidadosamente que no violen las normas ni se atrevan a acercarse a los privilegios que están reservados para los blancos. Cuando mira a su amo feliz llegando a caballo, tomando café o lo que fuese, él se siente feliz. Ver a su amo feliz hace su felicidad.
Seguramente usted conoce a un Stephen Candie.
El amo de Stephen ha sido informado de que este se cree un Candie, él lo permite porque le sirve que se sienta así, que odie a sus iguales y que los vigile con el odio que lo hace, por ello, esa retroalimentación hace que Stephen, día tras día, se sienta más «empoderado» como parte de la familia de su amo, una mesa donde nunca se sentará.
Un momento de la película resume muy bien el pensamiento (y el síndrome) de Stephen Candie, cuando el mayordomo observa a un esclavo negro (Django), montado sobre un caballo, algo prohibido. Se enfurece mucho más que su amo y se acerca a este diciéndole:
— ¿Ha visto, amo? ¡Ese negro tiene un caballo!
— Y… ¿Tú quieres un caballo, Stephen?
— ¿Para qué quiero yo un caballo? ¡Lo que quiero es que él no lo tenga!
Seguramente conoce a un Stephen Candie. Son los trabajadores que defienden los privilegios del patrón más que el mismo patrón. Son aquellos trabajadores que suelen llegar a su casa estresados, sin abrazar o sonreír a sus hijos pero un día, todo sale como el patrón quiere, entonces llegan a su casa emocionados, con una gran sonrisa, abrazan a la familia y se sientan suspirando con los ojitos brillantes: «Qué feliz estaba el jefe hoy», dicen. Entendiendo que su felicidad gira y depende de hacer feliz y mantener satisfecho a su jefe.
El Síndrome de Stephen Candie es uno de los más deprimentes y dolorosos, porque puede parecer que quienes sufren de este síntoma, si tuviesen una cola, la moverían como un perrito al ver acercarse a su jefe, pero ahora veamos la contraparte de Stephen Candie y del Tío Tom.
El Síndrome de Kunta Kinte
Kunta Kinte es un personaje irreverente de la novela Raíces, escrita por Alex Haley en 1976. Es el extremo de la resistencia con dignidad ante situaciones extremas de maltrato. En realidad existieron muchos Kunta Kinte en la vida real, solo que no trascienden al ser esclavos y por actuar en colectivo, por eso es valioso el esfuerzo del autor para mostrar en su novela un caso así, darle nombre y rostro a esta actitud.
Natural de África, Kunta Kinte es llevado a EEUU, vendido como esclavo. Su amo blanco, a modo de travesura, decide bautizarlo como Toby pero Kunta Kinte, siempre será Kunta Kinte, látigos rompen su piel pero él sigue siendo Kunta Kinte, no le baja la cara al amo que lo amenaza con el látigo. Siempre es Kunta Kinte.
Es un personaje poderoso y por lo realista de la novela, su amo le corta un pie de un hachazo para borrarle las alas y sueños de libertad, para que dejara de retar a la autoridad, para que aceptara su condición inferior, pero él siempre seguía siendo Kunta Kinte. Todos conocemos a Kunta Kinte. Todos disfrutamos de beneficios laborales ganados por muchos Kunta Kinte, que pusieron el pecho a las balas luchando por beneficios que nunca, nunca en la historia, han sido otorgados de manera amable y sonriente desde los grandes capitales y dueños de medios de producción.
Gracias a los Kunta Kinte que han sido quemados(as), asesinados(as), que lucharon contra fuerzas muy superiores pero lograron avanzar, existen los derechos de los que gozan los trabajadores en todo el planeta. Si conoces a alguien con el Síndrome de Kunta Kinte, apóyale, al final, sus esfuerzos suelen rendir frutos para otras generaciones.
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